Dicen que el mar es como una mujer, pero menos peligroso. Y aunque fuera cierto, yo hubiera muerto por ella, o mejor dicho, hubiera dado la vida.
Dicen que el mar es como una mujer, pero menos peligroso. Y aunque fuera cierto, yo hubiera muerto por ella, o mejor dicho, hubiera dado la vida. Y mi obituario proclamaría que había vivido mucho en tan poco tiempo, que había logrado casi todo en la vida y que había sido un buen hombre; sin duda omitiendo las malas costumbres y unos cuantos vicios de los que estoy hecho y no reniego. Lo que tampoco diría, era que había conquistado el mar de la espalda de una mujer que siempre le iba de frente a todo. ¿Al final de la vida, quién escribe su propia biografía? ¿Quién la lee?, sino el que la ha vivido. Hay mujeres que son un laberinto, un acertijo por descifrar. Hay mujeres imposibles, y después ella, mujer mar; donde todas fluían en un mismo remolino, donde el amor era un naufragio y sobrevivirlo era extinguir en su cuerpo la noche. Si algo aprendí de ella, era que solo importaba lo vivido, y que algunas marcas no siempre eran cicatrices, sino tatuajes donde uno gu