"Madrid sin ti". Ya no lloro, ya no hay más lágrimas de este amor sin papeles que tú escribiste en el agua.
Ya no lloro,
ya no hay más lágrimas
de este amor sin papeles
que tú escribiste en el agua.
Ahora hay siempre ruido,
tráfico fluido en la M30,
tormentas eléctricas, nubosidad variable,
cables partiendo los cielos,
cortinas en las ventanas
y tu nombre siempre
ahogándose en la garganta.
Pero, sabes, yo ya no lloro
ni por el cielo quebrado de cables
como una cárcel de pájaros,
ni por la lluvia que aún se atreve a caer
sobre esta ciudad sin ti.
Ya no hay más lágrimas,
y tan solo quisiera poder explicarle al mundo
que he dejado de creer en milagros,
que no sé qué es de tu vida,
y que tal vez lo mejor sea
conformarnos con existir.
Y que yo ya no lloro,
aunque sobrevivir duela
un poco más cada día
en esta ciudad
llena de ruido y sin ti.
Pero aún me queda ese minuto
cada treinta y siete horas
en que me salto todas las ordenanzas
y pienso desorbitadamente en ti.
Y en ese minuto de oxígeno,
sabes, casi logro sonreír.
Y entonces se hace el silencio,
y aunque no recuerdo bien tu voz, ni tu boca,
vuelvo a sentir cómo era
parar con un beso todo el tráfico de Madrid.
Te quise tanto
(te quiero tanto),
que me hubiera destruido
con tal de salvarte a ti.
Y puede que eso hiciera.
Y ahora en estas ruinas que soy yo
caen los días, crece la noche,
enloquecen los pájaros sin esperanza,
nunca sueña el teléfono y nunca miro el reloj,
quizás el congelador me serviría de algo
si pudiera extirparme tu recuerdo,
que ya no es nada,
que apenas dura un minuto,
pero en ese minuto todo se calla,
pronuncio tu nombre
y la ciudad se para.
Y, si te soy sincera,
en ese minuto
de cada treinta y siete horas
lloro
por ti.
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