Chocamos mil veces, y otras mil nos amamos. Ni siquiera nuestras manos encajan bien, pero aún así, desmedidos, es como la escojo, así la elijo siempre…
Imprecisiones precisas
Tantos van presumiendo de sus casualidades perfectas, de sus coincidencias pulcras; de sus historias de amor sin imperfecciones, sin rastros de desequilibrios.
Presumen de mil cosas que tienen en común y la exactitud con que cada palabra se va deslizando entre sus labios.
Hablan de miradas que bastan para descifrar todo, de alguna magia o encantamiento extraño que hace inútiles las palabras.
Se me hace difícil creer en esos cuentos de novela, aún si fuera cierto, no le hallo gracia a un amor de esos. Lo encuentro tan facilista, como si esa misma magia que ellos detallan, le quitara encanto.
Mi amor es distinto: disparejo, enredado, repleto de inestabilidades. No nos reconocimos a la primera mirada, no coincidimos en tiempo y lugar como esos amores que describen en los libros, mucho menos pensamos igual siempre.
Somos diferentes en un millón de cosas. Mientras ella prefiere la tarde, yo amo la noche.
Mientras yo prefiero el café con azúcar, ella lo disfruta amargo. Me delito preguntándole en qué piensa cuando su mirada se me hace inescrutable, me cautivo de su ser impasible mientras me invento un motivo para aniquilar los centímetros que me separan de sus labios.
Chocamos mil veces, y otras mil nos amamos. Ni siquiera nuestras manos encajan bien, pero aún así, desmedidos, es como la escojo, así la elijo siempre.
Nos es suficiente con ser una imprecisión valiente , armada de ganas, con cierta cuota de inestabilidades, pero siempre, dispuesta a todo.
Autor: Edwin Vergara
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