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El amor no sólo se hace en la cama, con el sexo y las pasiones elevadas, hacer el amor es colarte bajo su piel, tener una habitación en su pecho…

 Manual para hacer el amor.

‌Por favor, estimula todos y cada uno de sus sentidos, sus oídos con canciones suaves o de preferencia indaga sobre aquellas que sean sus favoritas, ¿Cuáles para cantar?, ¿Cuáles para escuchar? y ¿Cuáles para bailar?.

Si corres con suerte quizá habrá algunas que tengan en común, o regálale una, muéstrale otra, una con la que te recuerde aún después de que el amor se haya ido, si tiene la osadía de irse. Los cuerpos vibran, se estremecen, tiemblan y flotan con una buena melodía.

Cántale, has que tu voz retumbe por largo tiempo en su cabeza. Léele tus poemas favoritos, escribe algo especial para ella aunque no seas el mejor de los poetas para después decirle «ven, te voy a leer algo que escribí para ti», no sabes qué tan enorme puede ser un detalle tan pequeño; léele un capítulo de tu libro en turno y mándale una nota de voz tan solo deseándole los buenos días o contándole tu día (bendita tecnología).


‌Tócala, acaríciala, di que eres un experto en masajes (cualquiera se vuelve experto en el cuerpo adecuado), toma su mano mientras beben un café, pequeños movimientos circulares con el pulgar en el dorso de su mano siempre serán bienvenidos, quédate en silencio mientras la miras atentamente y acaricias su mejilla para después sonreírle; abrázala, abrázala mucho, mientras caminan, mientras explotan en carcajadas, desliza tu dedo índice por su antebrazo mientras estudia o lee o hace cualquier cosa; sujétala fuerte de la mano al cruzar la calle, toma su cintura en la menor oportunidad, además debes tocarla con los labios, con los dientes (una mordida es buen ejemplo de caricia), entrelaza tus dedos a sus dedos, enreda tus piernas a sus piernas, cubre sus espalda con toda la extensión de tu pecho, haz una mapa estelar completo de las constelaciones de sus lunares y una cartografía a detalle de su cuerpo, con sus valles, son montes y los hermosos ríos como estrías.

Decodifica su cuerpo descubriendo sus puntos erógenos y encarecidamente, no te olvides de dibujar, escribir, delinear con la yema de tus dedos o con tu lengua en su piel arte y poesía.

‌Aspírala, haz tuyo el aroma de su cuerpo al despertar, al bailar, al reír, inhala sus palabras. El olfato tiene una excelente memoria. Llena tus pulmones de su aliento. Llévale gardenias, planta en su jardín un jazmín, invítale unos tacos al pastor y observa y disfruta como enloquece cuando aspira. Deja que huela tu cuello perfumado.

Seguro ama el olor de un Malbec o una cerveza oscura. Vayan al bosque o al parque a descubrir a que huelen los eucaliptos, los cedros a dejarse seducir por el olor de los oyameles, la delicia de las «huele de noche» y del azhar. También vayan a la playa a aspirar la brisa salada.

Conoce su comida favorita, sus dulces, el sabor de su helado, sus panes predilectos, sus postres, sus carnes, sus frutas, sus pastas, sus sopas, el número de cucharadas de azúcar, su tipo de café, en fin, sus platillos y bebidas predilectas, si puedes cocínale.

También has que pruebe tus besos de múltiples sabores, que pruebe tu pecho, que beba de tu boca, de tu sexo, has que el sabor de tu piel ronde por sus labios tal que pase los días mordiéndolos; que devore tu cuello, que bese tu espalda y que tu lengua sea siempre su mejor condimento.

Llena su mirada de bellas artes: teatro, cine, pintura, literatura, escultura, arquitectura, danza. Has que entrecierre los ojos al mirar fuegos artificiales, siéntense en una banca o en una banqueta a observar cómo pasa la vida, a veces el mejor mirador también puede ser una azotea.

Sonríe tanto como puedas, haz muecas, vuélvete loco, que nunca se aburra de mirarte o de observarte atenta cuando le hablas, cuando le cuentas un chiste o una historia remasterizada; manda un mensaje para que se asome a mirar la luna, deja una nota entre sus libros, que prefiera leer de tu puño y letra una carta a una novela completa, llévala a la biblioteca, a la librería y que se le ilumine el rostro (la de libros usados guardan un gran encanto).

Muéstrale museos y tu predilecta obra de arte, deja que vea a través de tus ojos tus lugares favoritos, las películas con las que lloras y queda con ella para mirar una lluvia de estrellas.

‌El amor no sólo se hace en la cama, con el sexo y las pasiones elevadas, hacer el amor es colarte bajo su piel, tener una habitación en su pecho que solo tú puedes ocupar, es tener la magia para hacerla sonreír y la sutileza para hacerla gemir, quedarte impregnado en sus ojos, ser un eco en su alma, flotar en sus pulmones y que se embriague de tu calma.

‌Y cuando quieras decir que nunca nadie le hará el amor como tú, será porque has sido capaz de tomar su corazón en tus manos, cuando hayas conseguido decirle un «Te quiero» con la mirada, cuando seas capaz de oír las cosas que nunca dice, cuando hayas probado el dolor de sus lágrimas, la felicidades de sus risas y el querer en sus labios, cuando hayas percibido el dulce aroma del deseo y se te revuelvan las tripas y hayas olfateado sus miedos e inseguridades aunque aparente parsimonia y sobre todo cuando hayas masturbado sus ideas, apretujado sus ganas y por fin hayas tocado, acariciado y abrazado su intangible alma.

Autor: Lucsor

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